El agua clara y el chocolate... espeso


Hace unos minutos he descubierto un personaje que no me deja indiferente. Tiene dos años menos que yo y le acabo de conocer con trece años. Y me planteo... si con trece años tiene las cosas tan claras, tanta razón y... tantos "huevos", qué no tendrá hoy día. Severn Cullis-Suzuki es en la actualidad bióloga, ecóloga y activista ambiental. Pero desde pequeña ya apuntaba maneras. A temprana edad tenía una mentalidad que muchos adultos quisiéramos tener y, lo que más me gusta: sus palabras no se las lleva el viento. Predica con el ejemplo.

En 1993 pronunció un discurso escrito por ella en la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo "The Earth Summit", celebrada por la ONU en Río de Janeiro. Junto con tres amigas de su misma edad recaudó dinero para asistir a esta cumbre, a cinco mil millas de su hogar.

Veo el video del discurso y el coraje, emotividad, implicación, simplicidad, madurez, resolutividad... que desprende me sobrecogen.

"Soy sólo una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.
No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.
Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de estropearlo.
"

Tan simple y llano como esto... dejar de hacerlo. ¿Qué puedo añadir ante esta evidencia tan arrolladora? Nada. Mi cabeza de adulta frente a la simpleza de su mente de niña que escupe esta resolución tan banal, no tiene nada que decir.

"En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aún así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.
(...)
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto”.
Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan codiciosos?
"

Nos sobrealimentamos y tiramos restos, nuestros armarios a rebosar, coches de lujo, viviendas que no nos podemos permitir, préstamos que no podemos pagar... ¿En qué mundo vivimos?

Aquí está, la realidad de un niño. Todos tenemos un niño dentro; si le escucháramos nos iría mucho mejor, ¿no creéis?

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